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martes, 11 de noviembre de 2008

INTERNACIONALES OBRERAS

La necesidad de una organización obrera internacional se vislumbró en Inglaterra tras la experiencia de varias huelgas en la que los patronos contrataban a obreros de otros países.
Con motivo de una exposición internacional, se fundó en Londres, en 1864, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), Karl Marx redactó los estatutos y se puso en marcha un sistema de congresos (se realizaron cinco), que dieron gran difusión e influencia a la AIT.
Como consecuencia de la guerra franco-prusiana, la AIT prácticamente se hizo cargo del gobierno de la ciudad. Una fuerte represión y desavenencias internas entre sus dos principales tendencias, marxistas y anarquistas (distanciados además por la incompatibilidad de caracteres entre sus dos líderes, Marx y Bakunin), provocarían la disolución de la Primera Internacional en 1876.
Nuevos intentos de formar una organización internacional de trabajadores se materializaron en París en 1889, con motivo del centenario de la Revolución Francesa. La Segunda Internacional se formó con las aportaciones de los partidos socialistas de la mayor parte de países industriales. En su seno aparecieron tesis revisionistas, junto a otras más ortodoxas dentro del marxismo. La difusión de las doctrinas socialistas fue tan grande que los partidos socialistas comenzaron a tener una creciente representación parlamentaria. La Iglesia se hizo eco de la situación social en la encíclica Rerum Novarum (1892).

La Segunda Internacional se rompería en 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, pues las rivalidades nacionales arrastraron al movimiento obrero, partidario inicialmente de la paz.

En el siglo XX se fundaron nuevas internacionales: la III Internacional (Komintern) en Moscú en 1919, la I Internacional Socialista en 1923, y la IV Internacional, inspirada por Trotsky, en 1938.

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