En 1795 se aprobó una nueva Constitución que restableció el sufragio censitario, definió un nuevo poder ejecutivo, el Directorio, y estableció un legislativo dividido en dos cámaras, el Consejo de Ancianos y el Consejo de los Quinientos, de carácter muy conservador.
El Directorio reprimió revueltas populares como la Conspiración de los iguales, ejecutando a sus dirigentes, aunque también se enfrentó al movimiento realista.
En política exterior, la guerra extendió las fronteras de Francia hacia el Rin y Saboya.
Ante las tensiones sociales, la inestabilidad y los problemas económicos, la burguesía pretendió que el ejército mantuviera el orden social, consolidara las conquistas en el exterior y defendiera los principios revolucionarios de 1791. Así, el 18 Brumario (9 de noviembre de 1799), un joven general, Napoleón Bonaparte, protagonizó un golpe de Estado y accedió al poder, clausurando definitivamente la revolución e iniciando una nueva etapa, el Consulado.
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