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lunes, 10 de noviembre de 2014

NACIONALISMO

Las revoluciones liberales desarrollaron el concepto de nación, que se definía como el conjunto de ciudadanos ligados por una historia, una lengua y una cultura común y por la voluntad de regirse por las mismas leyes e instituciones.
El mapa europeo, tras el Congreso de Viena, fijaba 6 Estados, 3 imperios y más de 30 comunidades culturales sin Estado, destacando la alemana y la italiana.
En algunos países (Portugal o Dinamarca), la nación se correspondía con el Estado, y en otros (España, Francia o Gran Bretaña), el Estado incorporaba diversas nacionalidades.
Alemania e Italia se hallaban divididos en diversas entidades políticas y los nacionalistas deseaban unir en un solo Estado todos los territorios.
En los imperios austriaco y turco movimientos nacionalistas polacos, húngaros, checos y griegos buscaban la independencia.

Primeros movimientos nacionalistas
Grecia inició una insurrección independentista que recogía el rechazo de la población al dominio político, cultural y económico turco. En 1822, en el Congreso de Epidauro se reunieron representantes de toda Grecia para proclamar su independencia, no aceptada por Ios turcos hasta 1829. La ayuda de Francia, Gran Bretaña y Rusia, para debilitar al Imperio otomano y conseguir la libre circulación por el Bósforo, fue decisiva.
Bélgica se independizó de los Países Bajos tras una guerra civil contra los holandeses. En 1831 se formó un gobierno provisional reconocido por las grandes potencias y que, con su ayuda, se impuso al ejército holandés. La monarquía constitucional belga fue reconocida por Holanda en 1839.

La "primavera de Los pueblos"
La revolución de 1848 tuvo un importante contenido nacionalista en el Imperio austriaco, ya que una insurrección, conocida como la "primavera de los pueblos" iniciada en Viena ese año provocó la caída de Metternich, la elección de una Asamblea Constituyente mediante sufragio universal, la abdicación del emperador y la emergencia de movimientos nacionalistas en Praga, Polonia y Croacia, que reclamaban su identidad, el respeto a la diversidad lingüística y cultural y la igualdad de derechos entre los distintos pueblos. En la Lombardía y el Véneto se reclamó la retirada de los austriacos y Hungría proclamó su independencia, iniciando una guerra con Austria, que no la aceptó.
Aunque todos estos movimientos fueron derrotados, el Imperio austriaco debió introducir reformas estableciendo un sistema liberal moderado, con sufragio censitario. Además, la presión nacionalista consiguió provocó que en 1867 el Imperio se convirtiera en una monarquía dual, con dos Estados, Austria y Hungría, unidos por una persona, el emperador de Austria y el rey de Hungría.

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