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martes, 6 de octubre de 2020

RADICALIZACIÓN DE LA REVOLUCIÓN: CAÍDA DE LA MONARQUÍA

La revolución encontró la oposición de los antiguos privilegiados, que pidieron ayuda a otras monarquías europeas, en especial Austria, para restablecer el Antiguo Régimen.
El frente patriótico, impulsor de la Asamblea Nacional, empezó a dividirse entre monárquicos liberales y burguesía constitucionalista, para quienes las reformas de 1791 eran suficientes con medidas como el derecho a veto del rey, la obligación de rescatar los derechos feudales y el sufragio censitario, y otro sector más radical que reclamaba una organización más democrática de la política y reformas de tipo económico que beneficiasen a los más desfavorecidos
En junio de 1791 la familia real intentó huir a Austria pero fue descubierta en Varennes, lo que desprestigió la monarquía y radicalizó al sector más radical.
En octubre de 1791 se eligió una nueva Asamblea Legislativa, formada por diputados pertenecientes al Club de los Feuillants, la derecha, y al club de los Girondinos (Condorcet), al de los Jacobinos (Robespierre, Saint Just) y al de los Cordeliers (Hébert, Desmoulins), la izquierda.
Ante la actitud reacia de la monarquía, los grupos más radicales empezaron a reclamar la república.
En abril de 1792, la Asamblea declaró la guerra a Austria, foco de la contrarrevolución pero el rey y los oficiales del ejército mostraron su complicidad con el enemigo, dirigido por Brunswick, que llegó a París. Los sans-culottes exigieron la abolición de la monarquía tras el asalto a las Tullerías en agosto de 1792, que significó el arresto del rey y la convocatoria de elecciones por sufragio universal masculino.

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