En 1649, una primera revolución ejecutó a Carlos I, que pretendía gobernar sin control parlamentario.
Tras un breve período republicano, el nuevo monarca, Carlos II, tuvo que aceptar el reconocimiento del Hábeas Corpus en 1679, que garantizaba a todo detenido a comparecer ante un juez y contar con un abogado para su defensa.
En 1689, una segunda revolución destronó a los Estuardo, y el Parlamento obligó al nuevo rey, Guillermo de Orange, a jurar la Declaración de Derechos, The Bill of Rights, que limitaba los poderes del monarca y sometía algunas de sus decisiones al Parlamento.
Inglaterra se convirtió en una monarquía parlamentaria. Los poderes ejecutivo y legislativo estaban separados y un Parlamento electo votaba las leyes y controlaba a los miembros del gobierno. Los ciudadanos tenían garantizada la defensa de su libertad individual y se institucionalizaba una justicia independiente del poder ejecutivo. Pero era un parlamentarismo con limitaciones ya que sólo una minoría (grandes propietarios agrarios y burgueses), tenía derecho a voto. Además, los habitantes de las colonias no estaban representados en el Parlamento y la esclavitud continuaba siendo aceptada.
El ejemplo inglés se convirtió en un modelo para los pensadores de la Ilustración.
Esquema sobre el Parlamentarismo inglés:
Parlamento de Z
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